Libro / El mártir de las Catacumbas / PDF


HACE MUCHOS AÑOS que fue publicada una historia anónima titulada El Mártir de
las Catacumbas: Un episodio de la Roma antigua. Un ejemplar fue providencialmente rescatado
de un barco de vela americano y encuentra en poder del hijo del Capitán Richard Roberts, quien
comandaba aquella nave y tuvo que abandonarla en alta mar como consecuencia del desastroso
huracán ocurrido en enero de 1876.
Cuidadosamente reimpresa, presentamos aquí aquella obra, habiendo sido celosamente
fieles al original aun en su título. Sacamos a la luz esta edición, animados de la viva esperanza de
que el Señor la haya de emplear para hacerles ver a los fieles que reflexionan, como también a
los descuidados y desprevenidos y a sus descendientes en estos últimos días malos, este
palpitante cuadro de cómo sufrieron los santos de los primeros tiempos por su fe en nuestro
Señor Jesucristo, bajo una de las persecuciones más crueles de la Roma pagana, y que en un
futuro no lejano se pueden repetir con la misma intensidad de la ira satánica, mediante el mismo
Imperio Romano de inminente renacimiento.
Ojalá pueda despertar nuestra conciencia al hecho de que, si el Señor tarda en su venida,
hemos de vernos en el imperativo de sufrir por El que voluntariamente tanto sufrió por nosotros.
La Biblia ya no ocupa el legítimo lugar que le corresponde en nuestros colegios y
universidades; la oración familiar es un hábito perdido; nuestro Señor Jesucristo, el unigénito y
bienamado Hijo del Dios viviente, es desacreditado y deshonrado precisamente en casa de
aquellos que profesan ser sus amigos; el testimonio en corporación ha desaparecido de la tierra;
no se obedece el llamado a Laodicea al arrepentimiento; y es así que la promesa del Señor de la
comunión con El está librada sólo al individuo.
Y aun a nosotros en estos días puede alcanzarnos la promesa, a Smirna: "Sé fiel hasta la
muerte y yo te daré la corona de la vida."
La sangre de los mártires de Rusia y Alemania clama desde la tierra, cual admonición a
los cristianos de todos los países.
Pero aún podemos arrancar de nuestras almas el clamor anhelante: "Ven, Señor Jesús;
ven pronto."